Sabemos que llegar a la ovodonación no es una decisión cualquiera. Es un camino lleno de reflexión, esperanza… y también de dudas.
Te entendemos. Aquí te explicamos cómo prepararte —por dentro y por fuera— para recibir esos óvulos que te acercan un poco más a tu sueño.
La ovodonación consiste en fecundar los óvulos de una donante con esperma de tu pareja o de un donante, y transferir los embriones resultantes a tu útero.
No hay genética compartida con la madre receptora, pero sí hay biología compartida: el embrión se desarrollará en tu cuerpo, con tu sangre, tu ambiente hormonal y tu microbiota.
“La genética influye. Pero la epigenética, el entorno y tu amor también lo hacen. Mucho.»
Cada historia es única, pero estos son los motivos más frecuentes:
Edad materna avanzada (a partir de los 42 años), cuando la calidad ovocitaria ya no permite tasas razonables de éxito con óvulos propios.
Fallo ovárico prematuro (por genética, tratamientos o causas desconocidas).
Múltiples fallos de FIV con embriones propios, incluso de buena calidad.
Riesgo de transmisión genética que no puede evitarse con diagnóstico genético preimplantacional.
Respuesta ovárica muy baja, que impide conseguir suficientes óvulos de calidad.
Ausencia congénita o quirúrgica de ovarios, si el útero está presente.
Con ovodonación, las tasas de embarazo por transferencia superan el 55 % y no dependen de tu edad, sino del estado de tu útero.
Tal vez tu bebé no tendrá tu pelo rubio, tus ojos azules o verdes, tus piernas largas o tu nariz respingada…
Es cierto, puede que no te veas reflejada en sus rasgos físicos, y quizás no escuches esos comentarios típicos:
“¡Tiene los ojos de su madre!”
Pero hay dos cosas muy importantes que debes saber:
Las clínicas seleccionan a las donantes teniendo en cuenta tu fenotipo: color de piel, complexión, rasgos faciales, grupo sanguíneo…
Por tanto, tu bebé bien podría compartir contigo características físicas, incluso sin tener tu carga genética.
Aunque el óvulo no sea tuyo, serás tú quien lo nutra en tu cuerpo, y tu entorno uterino puede influir en la expresión de sus genes.
La ciencia confirma que:
Tu dieta, estilo de vida y niveles de estrés pueden modificar la metilación del ADN del embrión, afectando su neurodesarrollo, metabolismo e incluso su respuesta al estrés según este estudio de Science Direct
Estudios en humanos han demostrado que el estrés prenatal modifica patrones epigenéticos en genes como los del receptor de glucocorticoides, cruciales para la regulación del estrés
Cuando el embarazo se logra mediante técnicas de reproducción asistida, como la FIV o la ovodonación, la placenta puede presentar pequeños cambios epigenéticos.
Estos cambios no modifican el ADN del bebé, pero sí pueden influir en cómo se activan o desactivan ciertos genes durante la gestación, especialmente los relacionados con su desarrollo hormonal, circulatorio y metabólico.
Es decir, tu cuerpo, a través de la placenta, deja una huella única en el desarrollo de tu bebé, aunque no compartáis genética como lo demustra este estudio.
“La genética no lo es todo. Tu cuerpo, tu cuidado y tu amor también escriben parte de la historia.”
Según la Sociedad Española de Fertilidad (SEF, 2024):
Tasa de embarazo por transferencia: 56,9 %
Tasa de parto por ciclo iniciado: 42,2 %
Tasa acumulada con varios intentos: hasta 91 %
Estas cifras son mucho más elevadas que en FIV con óvulos propios, especialmente a partir de los 40 años.
Tu cuerpo debe estar preparado para recibir el embrión. Existen tres formas de hacerlo:
Cuando tienes ciclos regulares, tu médico puede simplemente seguir tu ovulación natural y programar la transferencia en el momento adecuado.
Se utiliza medicación suave para inducir la ovulación y controlar mejor el momento y el grosor del endometrio.
Es el más común. A través de estrógenos y progesterona, se crea un entorno óptimo sin necesidad de ovulación natural. Muy útil si se usan embriones congelados.
El endometrio ideal suele tener un grosor ≥ 7 mm y un patrón trilaminar visible en ecografía.
Aceptar que tu hijo no tendrá tus genes no es fácil. Muchas mujeres pasan por una fase de duelo, de transformación y luego de aceptación.
Te puede ayudar:
Hablar con otras mujeres que ya pasaron por esto.
Recibir apoyo psicológico (muchas clínicas lo ofrecen).
Leer, escribir o simplemente darte tiempo.
Recordarte que lo más importante no es el ADN, sino la decisión de amar.
Aunque el óvulo no sea tuyo, tu cuerpo será quien lo reciba y lo alimente. Por eso, es clave cuidarte.
Mantén una dieta rica y equilibrada (frutas, verduras, omega-3, proteína de calidad).
Haz ejercicio moderado y regular.
Evita tabaco, alcohol, estrés crónico.
Duerme bien y mantén una buena hidratación.
Un cuerpo sano, un útero bien preparado y una mente en calma aumentan las probabilidades de éxito.
La ley española establece que la donación debe ser:
Anónima
Voluntaria
Segura y regulada
Tú no eliges directamente a la donante, pero el equipo médico selecciona a la más adecuada según:
Tu fenotipo (color de piel, ojos, complexión…)
Grupo sanguíneo
Historial médico y compatibilidad genética
Las donantes se someten a revisiones médicas, psicológicas, genéticas y de enfermedades infecciosas muy estrictas.
La ovodonación no es solo una técnica médica: es una decisión valiente, un acto de amor profundo y una oportunidad real de ser madre. No se trata de renunciar a nada, sino de abrir nuevas puertas con confianza, información y el corazón preparado.
Desde tu cuerpo hasta tu mente, prepararte para este proceso es también una forma de cuidar a tu futuro bebé desde el primer momento.
Porque ser madre es mucho más que biología. Es decisión. Es vínculo. Es vida.